lunes, 17 de agosto de 2015

Siendo realistas

Durante este primer año de actividad en el blog he acostumbrado a publicar entradas justificando los motivos que me han impulsado a no subir nuevo material porque no-sé-qué o a saltarme a la torera mi propia programación por tal-y-cuál. A principio de verano decidí proponerme una serie de publicaciones ordenadas y puntuales, sin los fallos de programación a los que tengo acostumbrados a mis fieles (no entro en números) seguidores. Como es habitual, he pinchado en la primera curva. ¿La razón? Una empanada monumental. Y es que, aun tras haber sorprendido a uno mismo con los resultados de la selectividad, un servidor no ha sido capaz de tener en cuenta la más sencilla de las premisas a constatar en esta época del año, que ha sido precisamente la causante de este último período de pasotismo injustificado: el verano.
Apenas dos días tras la publicación de mi última entrada decidí ponerme a andar. Y ya de andar opté por ir hacia el norte, y empecé a subir, y subí, y seguí subiendo, y no paré de subir hasta llegar a Santiago de Compostela. Sin más de dos noches de tregua me tuve que enfrentar a mis orígenes en la última edicion del campamento al que he entregado los veranos más felices de mi infancia, ambientado como por casualidad en una de las sagas literario-cinematográficas que mejores recuerdos me trae a la memoria: la de Harry Potter. Entre los muros de Hogwarts he podido asistir a una auténtica y genuina ceremonia de selección (sombrero seleccionador incluido), arbitrar en un partido de Quidditch, organizar un rastreo para encontrar la Piedra Filosofal y hasta recibir con ovaciones a mi equipo cuando se decidió que habíamos ganado la Copa de la Casa. Mención a parte a la gran gymkhana de Noé y compañía, las primeras Fluviolimpiadas de la historia, las bienaventuranzas, la visita a las Médulas y la cata en el Palacio Canedo de Prada a tope. Y a la vuelta no ha habido tiempo para mucho: Córdoba, Sevilla, Granada, Ávila... un fiel recorrido siguiendo los pasos de la Santa del Año, en el que hemos contemplado auténticas maravillas del mundo del arte, de la talla de la Mezquita y la Alhambra, coronado con una solemne llegada a Alba de Tormes. Un regalo para la vista y para el alma.
Y ojo, que a la vuelta queda la mejorcito. No contento con crear junto a mis primos nuestro propio juego de mesa para amenizar una fiesta de cumpleaños, he abierto por fin los ojos y asimilado el principal propósito que, por encima de blogs y campamentos, me había impuesto este verano: finiquitar mi primer libro. Y es que tras leer mis propias palabras impresas en un ejemplar de "prueba" se me ha accionado una especie de resorte en el subconsciente que me impide estar más de dos minutos sin estar escribiendo algo. Aprovecharé este momento de gloria, coincidiendo con una semana sabática que me regala mi familia al dejar la casa vacía, e intentaré acabar por lo menos una de las dos partes que me quedan por reescribir antes de que acabe el mes. Hasta entonces, disfrutad mucho del verano, y ánimo a los que os queda algún examen esas primeras semanas, si os ponéis estoy seguro de que podéis con ello. ¡Hasta más leer, miserables!

No hay comentarios:

Publicar un comentario