viernes, 6 de febrero de 2015

Un espectáculo incomparable

"Los Miserables te permite conocer la vida como nunca la conocerías simplemente viviendo"
(Mario Vargas Llosa)
Es curioso como algo tan pasajero como una historia pueda tener tantas repercusiones. En la manera de pensar, en el punto de vista de las cosas, en los sentimientos... en la vida misma. Han pasado ya dos meses, y todavía me parece que sigo allí, sentado en mi butaca del teatro a punto de ver por fin Los Miserables. Y cómo me gustaría...
Conocí Los Miserables a raíz de la adaptación cinematográfica de hace un par de años (lo cuál significa que sí, el primer Javert al que escuché fue Russell Crowe, y no me arrepiento de ello), y me impresionó tanto que no paré de insistirle a mis padres para ver el musical en vivo hasta que cedieron. Y conste que les había encantado la idea desde el principio, pero tener que movernos a otra ciudad con la escasez habitual que hay por casa (más de tiempo que de dinero) lo veíamos bastante difícil. Y más difícil aún era que en León apareciera de la nada un teatro en condiciones al que pudieran venir con la gira. C'est la vie.
El caso es que la primera vez que visioné la obra completa esta tuvo tal impacto en mí que me aprendí de memoria los números, primero en inglés, y luego en español. Qué narices, me sé más de una canción en francés también. Y no sólo pasé por ahí, porque tardé menos de un mes en leerme de pé a pá la obra maestra de Víctor Hugo, así como el ensayo de Vargas Llosa. No contento también me vi la miniserie de Gerard Depardieu y John Malkovich, y la película de 1978 (un incomparable Anthony Perkins como Javert).
Recuerdo que la vi (la de 2012) en verano (tardé lo mío, porque salió en navidades...) y en unas vacaciones en Valencia me compré el disco del 25º Aniversario, con la grabación de la versión española de la gira anterior. Sólo añadir que sigue siendo el primer disco del radio-casette del coche. A raíz de ello investigué un poco y me enteré de que se estaba preparando una nueva gira, con un reparto casi idéntico al de la gira anterior (que era casi de ensueño). Cambiaban un par de roles principales (sabía que Gerónimo Ráuch estaba haciendo de Valjean en el West End y que Daniel Diges iba a volver a Hoy no me puedo levantar), pero el resto seguían impolutos.
Ya conocía a Ignasi Vidal de cuando encarnó a Judas en Jesucristo Superstar (hasta aquella fecha, mi musical preferido), pero las canciones de Javert del CD me ponían los pelos de punta. Y lo mismo me pasaba con Valjean, Enjolras, Eponine, Marius... no podía aguantar las ganas de verlo en directo. Y al final lo conseguí.
Siempre he escuchado que las cosas pasan siempre por alguna razón, que no existe el azar. ¡Pues que alegría me entró en el alma cuando escuché que Dani volvía a Los Miserables, y esta vez como el protagonista! Tengo que decir que Diges me está cayendo cada vez mejor, cada minuto que pasa. Una alegría parecida, no sé si más grande, me invadió hace un par de meses cuando anunció en una entrevista a la radio que iba a volver Póker de Voces después de un parón de dos añazos. A la espera estoy de ir a verlos, y sé que no me decepcionarán, pues tienen una química contagiosa los cuatro. Me gustó mucho algo que dijo Ignasi en otra entrevista digital, decía que la llegada de Daniel a la gira supuso una inyección de energía a todo el equipo, una renovación. ¡No podría estar más de acuerdo! Muy grande, Diges. Y no es por nada pero... el pelo (¡dónde va a parar!) le queda cien mil veces mejor así.
Recuerdo que nos costó muchísimo encontrar dónde aparcar. Burgos es pequeñito, y estaba bastante petado aquella noche (sólo estuvieron tres días haciendo funciones, así que hubo mucha demanda). Y gracios a Dios que no me muerdo las uñas, habría llegado al hueso de los nervios que llevaba encima. Pero llegamos. ¡No podía creérmelo! Tanto tiempo escuchando sus canciones, cantándolas a pleno volumen, escribiendo tesis (proyectos de tesis más bien) sobre el argumento y los personajes... y por fin tenía ante mí el enorme letrero. Con las manos apretando con fuerza los braceros de la butaca, cerré los ojos y me preparé para el impactante acorde inicial que daría comienzo a ese sueño hecho realidad.
La escena inicial es simplemente tremenda. Los aullidos de dolor de los presos de la galera parecía que los estuviera oyendo dentro de mi propia cabeza. Con cada verso, las duras plegarias de los convictos me iban poniendo en situación de que esa sensación, como de estar viendo pasar la historia universal y la mía propia ante mis ojos, no se iba a repetir. Iban pasando los segundos y trataba de disfrutar al máximo cada uno de ellos. Por fin llegó el momento: el primer cara a cara entre Valjean y Javert. ¿Se cumplirían mis deseos de ver en directo a mis dos voces predilectas del teatro español? ¿O debería conformarme con covers? Antes de entrar al teatro ya había pensado en ello, pero conocía bien las voces y la forma de actuar de David Velardo (el primer cover de Valjean) y de Víctor Díaz (cover de Javert), y ambos son bárbaros en el género. Pero yo no quería conformarme, ¡ni hablar! Disfrutaría de las voces de todos ellos, cada uno en su papel. Desde lejos ya podía ver a Jean Valjean desde el principio de la canción, pero no le conseguía identificar del todo... hasta que le oí. Les oí. Dos auténticos titanes de la música.
El vibrato casi permanente de Diges era inconfundible. Tardé más en reconocer a Vidal, porque cantó las primeras frases de Javert bastante bajito, supongo que para marcar más el "¡Yo soy Javert! ¡No es otro nombre más... nunca lo olvides, 23623!". La escena del poblado, que no había visto hasta ese día (se recortó en la película), y la del obispo de Digne estuvieron muy bien escenificadas, tanto por los pueblerinos como por David Velardo y su potente voz encarnando al obispo Myriel. El primer solo de Dani en el Soliloquio de Valjean me dejó claro (y asumo que también al resto de la gente) que había nacido para ese papel. El tono y la emoción con los que llevaba al personaje no los había visto nunca hasta ese día, y nunca me hubiera imaginado que podría verlos en alguien tan... no sé, "enérgico" e inquieto como él. Por eso siempre me pegó más de Enjolras, el líder revolucionario, al que clavaba. Llegué a pensar que la obra cojearía en ese punto... pero nada más lejos de la realidad. Se llevó un bien merecido aplauso cuando rompió la condicional.
Y así fue avanzando la obra. De vez en cuando mi madre me decía al oído que no fuera tan brusco con mis "emociones" (yo soy de los que tiran las gafas del de al lado con mis aspavientos cuando estoy contento, no lo puedo evitar). Elena Medina como Fantine estuvo fantástica, desde la presentación de su personaje hasta la escena de Ven a mí. Soñé una vida casi hace que se me escapen un par de lágrimas, pero supongo que tenía el corazón demasiado acelerado, y es probable que lo hubiera conseguido si la canción se cantara un poco más avanzada la obra. Mi enhorabuena por haber ganado el Premio a la Mejor Actriz de Musicales, a mí me demostró que se lo merecía con creces.
La canción de los muelles, el regreso de Javert, el choque de los carros... cada momento era único. La escenificación era indescriptible. Ni me imagino las horas de trabajo que tiene detrás. Me gustó mucho la puesta en escena de ¿Quién soy yo?, el momento en el que el escenario se abre y Valjean interrumpe el juicio. Otro "tremendo" de Diges. Y tras la última aparición de Elena Medina, entra mi dueto preferido del musical, de nuevo entre Valjean y Javert, con La Confrontación. La yuxtaposición de sus voces, aunque te obliga a estar a dos historias a la vez, es perfecta. Se nota al kilómetro la compenetración de estos dos actores, que a cada escena que pasa me demuestran que son más soberbios. Y la obra continúa... aparece la pequeña Cosette, con su Castillo de cristal. Y le sigue Eva Diago como la fatídica posadera, Madame Thénardier. ¡Vaya pedazo de actriz! De las mujeres protagonistas, la actuación que más me gustó. Y Armando Pita como el mesonero no fue menos, se metió al público en el bolsillo sólo con el primer compás de Amo del mesón.
Con la transición que nos lleva al París de 1832 se introdujeron los personajes que quedaban: Gavroche, Eponine, Marius y Enjolras. La escena del atraco en París me gustó mucho, cuando tras el grito de "¡Es Javert!" todo el escenario guarda silencio sepulcral unos diez segundos mientras aparece lentamente la imponente figura del inspector. Y cómo no, mi canción favorita (no sólo del musical, mi favorita en general). Qué decir de Ignasi Vidal en Estrellas... no hay palabras. Cuando hubo terminado su primer sólo, giré la cabeza (no la había apartado del escenario desde que se levantó el telón) y le dije a mi madre: Muy bien, ya puedo morir tranquilo.
Y aquí un apunte: qué bien hicieron los productores en cambiarle el "look" a Javert, no me gustaba nada las pelanas que llevaba en la anterior gira (en la imagen de arriba, por ejemplo). El aspecto de ahora impone muchísimo más, creo que concuerda más con su personalidad. Y creo que sé bastante acerca de Javert como para poder afirmarlo, podéis tomarlo como un argumento de autoridad si queréis (humildad a tope, claro que sí). Aquí vino otro de mis momentos preferidos de la historia: el encuentro de los amigos del ABC en el Café Musain. Aquí Carlos Solano se consagró como Enjolras. Decía antes que temía que no pudiera llegar a la altura de Daniel Diges (insisto, que había dejado el listón muy alto), pero lo logró con creces. Consiguió que el carácter arrítmico de la traducción del Rojo y Negro resonara de igual manera en nuestro corazón, así como La Canción del Pueblo. Estuve cerca de levantarme y subir de un brinco al escenario para unirme a la revolución... y lo peor es que es verdad. Después entró la escena de Marius y Cosette en Rue Plumet, que me gustó mucho (a pesar de que me parezca la parte más empalagosa del musical) porque Guido Balzaretti y Talía del Val lograron que me centrara en sus voces en lugar de en mis prejuicios contra las parejitas de Disney.
El momento estrella de la noche, cómo no, llegó con Sale el sol. Valjean comienza a cantar, sólo en el escenario; le sigue Marius desde el balcón; después Cosette, Eponine... (fue aquí donde reconocí a Lydia Fairén, con su inconfundible "¡Yo no existo para él!"); y Enjolras, bayoneta en mano, ya revestido con ese lustroso chaleco rojo. Los demás estudiantes van entrando en escena, seguidos de un Javert de incógnito que se arrodilla y hace la señal de la cruz. Desde una ventana superior, y como no podían faltar, cantan su estrofa los dos Thénardier. Aquí los revolucionarios crean un efecto visual impresionante, avanzando hacia el público mientras las calles de París, tras de sí, se van alejando poco a poco. Y tras oír cómo Marius se une a la multitud, todos los personajes van repitiendo sus estrofas, unas sobre otras, encajadas a la perfección. Sólo los efectos visuales son comparables a la calidad de las voces y los instrumentos en esta canción.
Otra vez, un día más ¡sale el sol!
Cuando veo que Enjolras y los estudiantes alzan el brazo con el acorde final, entiendo que ha acabado el primer acto... casi no puedo ni reaccionar. Los veinte minutos de descanso se me pasaron volando, estaba casi en shock por la última actuación. Y todavía más nervioso por lo que aún me quedaba por ver... Los efectos de las escenas en la barricada prometían ser brillantes, y así fue. Indescriptible, simplemente eso. Lydia Fairén brilló más que nunca con Sólo para mí, la versión española del galardonado On my own. Bordó al personaje en cada nota que cantaba. Y el dueto con Guido Balzaretti en Es lluvia, nada más me puso la carne de gallina... la pasión con la que entonaban era contagiosa, me encantó. En general toda la trama de la barricada fue brillante: los primeros asaltos, la liberación de Javert, la melancólica pero preciosa canción de los estudiantes cuando cae la noche... me gustó mucho la actuación de Grantaire, el borrachín de los revolucionarios. Creo que fue el único de los estudiantes, quizá junto al Courfeyrac de David Velardo, que estuvo a la altura de Carlos Solano como Enjolras. La verdad es que Carlos es un cantante brillante, espero que esa voz tan potente no deje de abrirle puertas.
Y el espectacular solo de Jean Valjean en Sálvalo, que a mí nunca me ha llamado demasiado la atención en comparación a las demás canciones, me llegó al corazón. Daniel Diges es auténtico, disfrutad de él los que podáis porque no volveréis a escuchar algo así en vuestra vida. Magnífico.
A partir de aquí todo fue si cabe más espectacular... la batalla final me tuvo en suspense durante varios minutos, aunque ya me supiera de memoria lo que iba a pasar. Un momento que me emocionó fue el regreso de Javert, a la barricada ya destrozada, junto a los cuerpos de los estudiantes. Gavroche y Enjolras en el carro, con la bandera roja todavía en sus brazos... una escena sobrecogedora.
Muy buenos los efectos visuales de la escena de las cloacas. Creo que, quizá empatados con los de Sale el sol, fueron los que más me llamaron la atención de toda la obra... bueno, o casi.
Porque es que, sin la menor sombra de duda, el momento estrella de la noche para mí fue el segundo soliloquio de Javert, la escena del puente. No puedo describirlo, de verdad. Mi momento preferido, el más brillante, el mejor actuado, cantado y ejecutado, unos efectos visuales perfectos, una entonación inmejorable... Simplemente añadiré que, hablando en plata, se me pusieron los huevos de corbata. ¡Toma rima improvisada!
Le tocó entonces a Sillas y mesas vacías... mira que era difícil de superar la emoción que le puso Eddie Redmayne (sí, Stephen Hawking) en la película, pero es que Guido Balzaretti transmitía la pena en sí con su voz en esta canción. Confesión: lloré con esta canción. La melodía, la instrumentación suave, las velas en el suelo, Marius apoyado en su bastón en el centro del escenario y Enjolras y los amigos del ABC entrando lentamente en escena, como auténticos espíritus. Esa combinación pudo conmigo.
Me sorprendió bastante que, tan cerca del final, y sabiendo que era bien probable que esa llorera tuviera una réplica en el epílogo, me entrara el ataque de risa a sólo unos minutos de la última canción. ¿Causa? Obviamente, los Thénardier. Menudo papelón el de los mesoneros ratas y ladronzuelos en el festín de la boda... el escenario, ya de por sí ambientado a la perfección en la aristocracia francesa postnapoleónica, con sus bailes de salón tan bien ejecutados, era el contraste perfecto para esta pareja de extravagantes caraduras. Momento clave cuando la Thénardier tiró la vajilla al foso de la orquesta, desternillante.
Y llegó el epílogo. Sabía que quedaban sólo minutos para que acabara la actuación... la aparición de Marius y Cosette, Fantine, después Eponine... y otra vez. Cuando vi a Jean Valjean reencontrándose con el Obispo me dio otra vez por sudar por los ojos, avatares de la vida. Y el ver a todos los personajes reunidos de nuevo, al son de la canción del pueblo, no ayudó bastante a que se me cerrara el grifo.
Y así, sin más, terminó. El ruido de los aplausos (sobre todo de los míos) no me dejó escuchar el remate final de la orquesta de aquél bárbaro Arturo Díez Boscovich, que no me defraudó en ningún momento de la velada. Empezaron a aparecer: las mujeres, los estudiantes, Gavroche y las niñas, Carlos (primer silbido), Lydia y Elena, Eva y Armando (segundo silbido), Talía y Guido, Ignasi (tercer, cuanto y decimoquinto silbido) y Daniel (el último que hice para Ignasi lo dejé en automático). No habrá nunca mejor reparto, un auténtico ensueño.
Hay pocos momentos del ya pasado año que estaría dispuesto a pagar por revivir, pero no dudaría en repetir el volver a conocer este incomparable musical. En volver a contemplar por primera vez la redención de Jean Valjean, en volver a vivir la desgracia de Fantine, el amor no correspondido de Eponine, ser testigo una vez más del amor de Marius y Cosette, visitar el mesón de los Thénardier, replantearme el dilema de Javert, unirme a la revolución de Enjolras y aprovechar cada momento único y especial de esta maravillosa historia como si se tratara de mi propia vida. Mil gracias por esta experiencia, en primer lugar a mis padres, y en segunda instancia a todos los que han hecho posible que un espectáculo de tales dimensiones y de tantísima responsabilidad cultural haya podido llevarse a cabo en este país. ¡Hasta más leer, miserables!

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