lunes, 17 de diciembre de 2018

"Se acerca el invierno" (Juego de Tronos) - Reseña

La espada rota se le cayó de los dedos. Will cerró los ojos para rezar. Unas manos largas y elegantes le acariciaron la mejilla y se cerraron en torno a su garganta. Iban enguantados en piel de topo de la mejor calidad, y estaban pegajosas por la sangre, pero su roce era frío como el hielo.

Por si a algún alma desdichada le cabe la menor duda de lo que vamos a tratar hoy, sólo quiero remarcar la violencia de algunas de las escenas que vamos a analizar en esta sección, antes de tener que enfrentarme a más demonios de los que tocan. No quiero que se repita lo que, hará ya cuatro veranos, me ocurrió al visionar el primer capítulo que hoy reseñaremos con mi ya (hasta la saciedad) citado primo pequeño... de aquellas, con doce añitos en el marcador. Una vez más, perdón por restarte inocencia antes de tiempo, compañero... si es que alguna vez tuviste algo de eso.
Como habréis intuido por el título, con esta sección hoy iniciada daremos cabida a un nuevo espacio donde analizar, desde una metodología narrativa y cinematográfica, ciertos episodios de series televisivas que me llamen especialmente la atención. En este caso, trataremos el prólogo del drama político-fantástico Juego de Tronos, basado a su vez en la saga literaria de Canción de Hielo y Fuego del británico George R. R. Martin, cuyo primer volumen bautizaría esta adaptación televisiva. Inevitablemente, la primera entrega de estas reseñas tendrá que ser un poco más larga por explicar también la estructura general de la serie, los criterios de calificación que emplearé de cara a darle una nota simbólica a cada episodio y, en un enlace que dejaré a continuación, un breve análisis (de manos del incomparable Jaime Altozano) de la secuencia inicial que abrirá todos los capítulos, acompañada de ese frenético tema que ya forma parte del imaginario colectivo.
Sin más preámbulos, damos comienzo a la primera reseña de esta titánica macroproducción, con la vana esperanza de encontrar al final del túnel un rayo de luz en forma de conclusión satisfactoria... lo que sería, a estas alturas, una sorpresa agradable. Hago aquí una prevención (que me parece de cajón de madera de pino) ante cualquier incauto que sin haber visto la serie y con pretensiones de hacerlo en un futuro próximo se decida a leer mis reseñas, pues estarán todas ellas cargadas de SPOILERS. Intentaré, eso sí, no hacer escesivas referencias a episodios futuros en la reseña de este capítulo, centrándome en la trama del número de serie en cuestión que estemos analizando. ¡Arriba el telón!
En muy contadas y marcadas excepciones, Juego de Tronos nos introduce una escena de apertura previa a la introducción musical ya mencionada. En este caso, como no podría ser de otra manera, nos muestra el prólogo del primer libro que, como todo fanático de la saga sabrá, siempre finaliza con la ejecución del personaje que ejerce como punto de vista para el público.
La serie inicia con una atenuación desde negro, mostrando el impertérrito semblante de tres individuos ataviados con poblados (aunque sencillos) abrigos de piel que portan armas a lomos de sus caballos, todo ello observado tras los barrotes de una enorme reja de madera que se eleva conforme la cámara, sutilmente, aleja el plano. Los tres exploradores cruzan entonces el sendo pasillo de paredes heladas, portando las antorchas que apenas consiguen iluminar por completo sus rostros, invadidos por una especie de temor que aún no alcanzamos a identificar. Tras poder apreciar con más detalle el aspecto de cada uno, con rasgos tan comunes que recuerdan a los trabajadores mecanizados de Metrópolis, se muestra el primero de los escenarios clave de esta primera temporada (el cual, a diferencia de otros, también mantendrá su importancia durante el resto de la serie): el Muro.
La abrumadora estructura de hielo sólo remarca lo que ya nos muestran las diminutas e irrelevantes figuras de estos tres personajes, invadidos por la inmensidad de un mundo marchito y desértico que coloca sobre sus cabezas la etiqueta de "extraños" desde el preciso momento en que cruzan el umbral del túnel. El capítulo inicia ya sus primeras premoniciones de lo que va a desarrollarse en la serie cuando Will, el más joven del grupo, se encuentra con los cadáveres descuartizados del poblado salvaje que les había sacado de su guardia en el Muro; la fría mirada de la niña clavada en el árbol es el mejor ejemplo de la desesperanzadora antropología característica de esta historia, que desde la primera escena nos revela una barbarie de tintes sobrenaturales que no todo el mundo está dispuesto a tomar como cierta. El primero en dudar de ello es su compañero, el arrogante ser Waymar Royce, quien opta por verificar los hechos que relata su camarada, hecho que le llevará a titularse como el primero de una larga lista de personajes fallecidos, en un interesante plano donde se alza a sus espaldas la verdadera amenaza de esta serie. Una pista: no se trata de algún salvaje. De hecho, no se trata de alguien, en absoluto.
Hazme un muñeco de nieve...
La concatenación de planos acelerados nos introduce de pleno en una secuencia de terror, confirmada por el resto de elementos presentes en cada fotograma: la escasa luz, los tonos cromáticos (casi inexistentes, a excepción de los diferentes tonos de gris que bañan todo el decorado, desde el suelo nevado hasta las pálidas figuras de nuestros ya diezmados protagonistas... todo el color acotado entre el blanco del ambiente y el negro de sus vestimentas, en perfecto equilibrio; salvo por el azul brillante de los ojos de los espectros, un factor fundamental para entender la trascendencia de esta primera escena en la trama principal, pues el azul se identificará desde un primer momento como el color de la muerte, precisamente, por el iris de estos personajes), los efectos de sonido y la atropellada banda sonora, más propias de una persecución en lo oscuro de Transilvania que de una serie tematizada entre espadas y dragones. En sólo cinco minutos, el continente de la serie te establece un primer juicio de valor sobre el contenido: nada es lo que parece; los personajes presentados en primer lugar no tienen por qué pasar de su escena de presentación; los valores normalmente asociados con este género, de nobleza y sencillez argumental, quedan sofocados por la presencia de descuartizamientos bastante gore y misteriosos muertos vivientes que surgen de entre los árboles. Y entonces cae un segundo explorador, de un modo bastante más explícito que nos augura el irremediable final que, si bien no por la misma mano que a sus compañeros, le espera al benjamín de la desdichada avanzadilla: perder la cabeza.
El argumento continúa con la presentación de los (esta vez sí) personajes principales de la serie, tras un breve plano del único superviviente inicial siendo apresado por unos guardias a caballo en un ambiente, a juzgar por el suelo campestre sin una pizca de nieve, bastante más al sur. Los colores, sin embargo, no terminan de ser muy pronunciados: predominan los grises y marrones sobre fondos similares, cromatismos fríos poco incisivos que nos indican una cierta cercanía al páramo helado que ya visualizamos en el prólogo, confirmado por las vestimentas del elenco. Nos presentan a cuatro jóvenes nobles practicando con el arco: el segundo más pequeño trata de obtener un blanco claro amparado por los mayores, mientras el chiquitín observa sentado en una valla cercana. Los padres de familia contemplan la escena desde las alturas, con semblante feliz... pero no es ninguno de ellos el narrador de la secuencia. Nuestros ojos y oídos son los de una pequeñuela que, cansada de las tediosas lecciones de costura, se deja seducir por el atractivo sonido de las flechas rasgando el viento. Su rostro volviéndose al oír las risas de los que luego se especificará que son sus hermanos es imagen del espectador haciendo lo propio, poniendo atención en una primera aparición que refleja perfectamente el carácter del personaje.
También queda claro el papel que cumple cada uno en la unidad familiar: el recio carácter de Ned, el padre que se deja regir por las viejas costumbres; la preocupada Catelyn, pensando desde su primera intervención en el bienestar de sus hijos; la inquietud del pequeño Bran, el verdadero protagonista del capítulo; la madurez de Robb, el mayor de los hermanos, que enseña al pequeño a tirar sin variar su imperturbable postura, denotando gran tranquilidad... incluso se nos ofrece un primer vistazo a la complicada situación de Jon, que hasta con su negra cabellera constata una clara diferenciación respecto a sus supuestos hermanos (pese a ser, curiosamente, el que más cercanía parece demostrar con Bran y, más tarde, también con Arya).
El contrapicado remarca una actitud de inferioridad, de impotencia ante la imponencia.
A continuación tiene lugar la escena que ya anticipó el finado explorador en el bosque al norte del Muro: la deserción de cualesquiera que fueran los cargos que ostentaban los exploradores vestidos de negro que vimos al principio se paga con la muerte, y así ocurre. Frente a las últimas palabras del condenado, que entre otras locuras menciona unos supuestos "caminantes blancos", se suceden únicamente planos estáticos. Los asistentes, firmes, contemplan sin mediar palabra ni el menor gesto de empatía una ejecución que únicamente parece conmover al pequeño Bran (de ahí que la excepción a estos planos de medio cuerpo sea el primer plano que nos conceden de su rostro, conmocionado por la brutalidad del momento) y al propio Ned, quien decapita al muchacho con una expresión que, claramente, no muestra ni un atisbo de satisfacción. Ignora que este mismo escenario, dentro de varios capítulos, le resultará extramente familiar (e infinitamente más cómodo)... vuelven los malos augurios. Es más, si os cabe la menor duda de que este primer capítulo esconde iconográficamente el desarrollo de toda la serie (al menos de su primera temporada) sólo hay que contemplar la siguiente escena para cerciorarse de las verdaderas intenciones de los guionistas (de aquellas, todavía atados a la prosa de George R. R. Martin y su maquiavelismo).
La corte norteña se encuentra con un venado yaciendo patéticamente en medio del camino de vuelta, con la lengua fuera y las entrañas desparramadas sobre el suelo pedregoso. Cuando el grupo se pone a buscar una explicación a tan chocante escena, se topan con una loba-huargo (traducción aproximada de direwolf), animal mitológico proveniente de las tierras invernales más allá del Muro, que yace también muerta atravesada por un asta del ciervo, dejando tras de sí una camada de cinco cachorros a los que Ned ordena sacrificar. Es el melancólico Jon quien intercede por los animales ante lord Stark, pues este es el nombre de la familia protagonista, sugiriendo que cada criatura corresponda a uno de sus cinco hijos, por ser el lobo-huargo el emblema del escudo nobiliario de su familia. Queda claro que Jon no es un miembro del clan con todas las de ley, pues no se cuenta a sí mismo junto al resto de los Stark... pero cuando se disponen a irse encuentra al más pequeño de los cachorros, de blanco pelaje y ojos rojos como el fuego. Se lo queda, en una curiosa ironía por ser su apellido "Nieve", como constata Theon Greyjoy, personaje cuya presentación completa llegará en su momento, pero que ya conviene observar que anda por ahí.

¡El siguiente párrafo está plagado de SPOILERS del resto de la serie!

¿Y cuál es la iconografía tan clara que incluye la escena en cuestión? Basta con acudir a los blasones de las casas principales de la serie (que en esta primera temporada únicamente presenta cuatro) para comprender que el venado, símbolo de la regente casa Baratheon, es un augurio muy preciso de la muerte que sobrevendrá a su cabeza de familia en esta misma temporada. ¿A manos de quién? El mismo Theon, irónicamente, comenta la posibilidad de que el responsable de ello sea un león de montaña... curioso, si recordamos que el león es el emblema de la casa Lannister y los conflictivos intereses de sus miembros más notables, que presentaremos en breves momentos. Sin embargo, la verdadera causa del deceso está en la loba huargo, que durante la pelea con el cérvido sucumbe a sus heridas, matando también al otro. ¿Será pues, Ned Stark, cabeza de la casa homónima, el auténtico responsable de la irrefrenable muerte del monarca Baratheon y viceversa? ¿Dejará tal fatal consecuencia huérfanos a seis cachorros del lobo, los cinco legítimos más el de distinto pelaje? La cosa no queda ahí, pues quien esté al día comprenderá la relación del pelaje blanco del cachorro que Jon bautizará "Fantasma" con su auténtico origen, no sólo con su nombre de bastardo; también el de los refulgentes ojos con el elemento más asociado a sus antepasados. Todo quedará convenientemente explicado (espero) en futuras entradas. Y sí, fin de los spoilers de los futuros capítulos.
De esta escena pasamos a la capital, cuyo primer vistazo ya nos ofrece una impresión bastante fidedigna de lo que en ella podremos encontrar: colores más cálidos pero infinitamente más tétricos. El plano del muerto enfocado del revés nos indica que algo no está bien, su muerte no ocurrió en las circunstancias más naturales que se pudieran esperar. La cámara entonces sigue a dos hermanos (de hecho, mellizos) de dorados cabellos que parecen conspirar a sólo escasos metros del muerto, en la misma sala que preside un imponente trono al que, en este capítulo, apenas se le presta atención. Se trata de los Lannister, familia adinerada (basta con observar sus ostentosos ropajes) cuya presencia en esta escena sirve para establecer un esquema muy bien resumido de la situación del reino en estos momentos: el rey no es un gobernante excepcional precisamente, dedica su tiempo a los peores vicios mientras su "mano del rey", una suerte de valido de origen noble, gobierna por él; o al menos lo hacía, pues se trata del cadáver que velan en la misma estancia. Se hace una breve mención a una especie de secreto que, especulan, puede que conociera el fallecido; pero lo más importante de la escena no está en los diálogos, sino en lo que nos dice el contexto. Los colores que aparecen por doquier en la capital (la arquitectura, el vestuario, el mobiliario) son diferentes tonos de rojo y dorado, pese a que el blasón de la casa reinante muestra el ya citado venado de color negro sobre fondo amarillo; los colores imperantes no son los de la casa del rey, sino los de la reina, que es la mujer de esta pareja que dialoga en el velatorio. Esta reina se llama Cersei Lannister, y es la mayor de tres hermanos cuyo miembro más pequeño vamos a conocer muy pronto.
Volvemos al Norte de los Stark, que ahora parece un lugar mucho más acogedor, al lado de la capital. Mientras Ned se entera, limpiando su mandoble, del fallecimiento de su mentor y la inminente llegada de la corte real, se suceden una serie de fototogramas que hacen especial hincapié en varios aspectos del carácter de los norteños. En primer lugar, se trata de gente mucho más espiritual, como demuestra la devoción y respeto que muestran hacia el "bosque de dioses"; su preparación para el evento da fe de una gran hospitalidad, llenando de candelabros y ajuares variopintos toda la fortaleza con motivo de la venida del rey; el protocolo es algo importante para ellos, como muestra la (en términos de actuación, nefasta) escena con Robb, Jon y Theon afeitándose por orden de sus tutores. A mayores, el diálogo de Ned con su esposa a propósito de la muerte de Jon Arryn ya nos sitúa a la hermana de Catelyn como la viuda del que fuera el principal consejero real. El rey no tarda en aparecer, siendo Bran el primero en ver aproximarse su caballería por las colinas, al son de una marcha tocada alegremente con instrumentos suaves y bajos muy dulces, remarcando que está siendo escuchada por un niño, con su carácter alegre y su inocente afición por escalar los muros del castillo de su familia.
Con Arya, la misma melodía se torna en épica, de carácter mucho más militar, pues la chica ostenta una personalidad mucho más realista y madura que la de su hermano, aunque sigue mostrando gran inocencia cuando se maravilla por las armaduras ostentosas de los recién llegados.
Fija sus grandes ojos con especial interés en el yelmo de uno de ellos, ¿adivináis de quién?
El rey Robert parece de todo menos un auténtico rey a su llegada, puedo afirmar que la primera vez que vi la escena no me quedó claro desde un primer momento que él era el monarca a quien todos esperaban. Pese a todo, desde el principio podemos comprender que detrás de su brutal aspecto se esconde un carácter afable y divertido, y su presentación a los Stark uno por uno nos sirve también a nosotros para repasar sus nombres. También la reina, en su segunda aparición, se esfuerza por demostrar que va a ser un personaje desagradable que les pondrá las cosas complicadas a los norteños, y que guarda un rencor como base de su relación con los mismos, como le transmite a Stark con esa primera mirada, fría y calculadora, cuando Robert conmina a su viejo amigo Ned a acompañarle a las criptas.
En segundo plano, todos los secundarios que ya han sido mostrados en pantalla (salvo el bueno de Hodor).
Las siguientes escenas, como otras tantas del capítulo, forman parte del metraje del piloto original que no se llegó a emitir. A diferencia de otros fragmentos, estas primeras no han envejecido del todo bien, y es parte del motivo por el que no transmiten todo lo que el resto del episodio. Las dos escenas en las criptas pasan sobre la historia de Lyanna y los Targaryen tan por encima que resulta confuso, pese a que precedan a la presentación de esta tercera familia.
Y en cuanto a la escena de Tyrion en el burdel... no negaré que me parece la peor presentación de un personaje que se da en toda la serie, y esto no es únicamente porque tenga lugar en dicho escenario (en la cuarta temporada, sin ir más lejos, Oberyn Martell será introducido en el local de Meñique en una situación bastante más comprometida, y es una escena excelente). Lo único que aporta a la trama es el tratamiento especial que se le da a la relación de Tyrion con su hermano Jaime, así como la confirmación de que el primero frecuenta este tipo de locales.
Pasamos al tercer (cuarto, si contamos el prólogo) escenario presentado en este capítulo, donde se nos muestra un panorama bastante similar al de la capital: dos hermanos, un hombre y una mujer, aparecen conspirando en términos no del todo claros. En este caso, sus cabellos pasan del rubio Lannister a un tono totalmente blanco. De este modo, tenemos una gama de colores bastante precisa en lo referente a los cabellos: los Stark son castaños, los Lannister son rubios, la rama de Catelyn (capítulos después se especificará que es de la familia Tully) tiene el pelo rojo, incluso Theon (pese a que su historia no se aborde en este episodio) aparece pelirrojo para remarcar su pertenencia a una familia diferente... y aquí se nos presenta a los Targaryen, la última gran familia nobiliaria y los auténticos herederos al trono. En una sola escena (en la que no puede faltar un desnudo tan gratuito como la intimidación machista que le acompaña), Viserys Targaryen queda retratado como un auténtico gilipollas, a diferencia del resto de personajes presentados, que se toman su tiempo en desvelar sus intenciones (algunos, más que otros). Este no, al espectador le basta un primer vistazo a su patética arrogancia de adolescente venido a menos para saber que quiere ser uno de los primeros personajes en ver morder el polvo.
Le faltaron un par de tortas bien dadas, está claro.
Daenerys, por el contrario, no tiene una presentación tan brillante, quedando relegada a un segundo plano durante todo el episodio... sin embargo, no deja de ser algo intencionado por parte de los guionistas, pues su arco argumental parte de una situación de sumisión absoluta. Pese a todo, la presentación mejor elaborada en todo el capítulo (y, posiblemente, en lo que va de serie) es la del prometido forzado de la chica Targaryen: Khal Drogo, caudillo del pueblo salvaje de los dothraki, cuyas costumbres aparecen mejor explicadas que las de cualquiera de los reinos civilizados establecidos. El contacto visual de Drogo con Daenerys prefigura todo el desarrollo de su historia como pareja, y el recelo con que lo observa alguno de sus jinetes de sangre pone de manifiesto que esta unión de etnias no cuenta con una aprobación unánime. Sea como sea, una excelente carta de presentación para un pueblo que dará mucho de que hablar.
Imponente Jason Momoa, de lo mejor del casting.
La escena de la boda, con un salto geográfico al banquete real de por medio que luego analizaremos, confirma el salvajismo de este pueblo y sus peligrosas tradiciones. Ese sadismo que ya mencionara Viserys y su anfitrión se frena en el momento de mayor importancia argumental, cuando la taladradora música diegética de los tambores frena para dar paso a una banda sonora suave... en el momento en que la nueva Khaleesi abre el único regalo relevante para el argumento de la serie que recibe en sus primeras nupcias: los tres huevos de dragón.
El resto de la trama de Daenerys (más allá de la presentación de ser Jorah y de un primer contacto romántico con Drogo cuando le ofrece como dote su hermosa yegua, blanca como los cabellos de su esposa) no aporta demasiado al capítulo, y sólo termina de ponernos sobre aviso del desmesurado número de escenas gratuitas con contenido adulto que incluirá la serie. Es un buen ejemplo de: "si de verdad quieres ver esta serie, atente a estos términos".
De vuelta en Invernalia tenemos las escenas del banquete, que yuxtaponen fragmentos del piloto original sin emitir con las regrabaciones definitivas de este episodio (un buen modo de diferenciar unas partes de otras es atender al peinado de los personajes, en concreto los de Ned Stark, "el Perro", Tyrion Lannister y Theon, apareciendo estos dos últimos más rubios en el piloto antiguo que en el resto de la serie; también en el aspecto más juvenil de Robb, Sansa, Arya y Bran en algunas partes); incluso se intercambian fotogramas de los dos metrajes en una misma escena, como el diálogo de Sansa (de aspecto excesivamente infantil) con Cersei y Catelyn (que, de hecho, en la primera versión era interpretada por una actriz diferente).
Esta parte del capítulo tiene bastante que decir en térnimos cinematográficos: en primer lugar, la llegada de Benjen Stark con su look de la Guardia de la Noche nos establece un recordatorio con la escena inicial, que a estas alturas casi habríamos olvidado, e interrelaciona el misterioso gremio de esta orden militar con el personaje de Jon Nieve (como hemos establecido, también por el color del pelo); se establece una serie de premisas, como el celibato de sus componentes, para que nos sea familiar en los episodios venideros, dedicados parcialmente a presentarnos con mayor detalle la naturaleza de este colectivo; y queda bastante definido el carácter del que ya conocemos como "el bastardo de Invernalia" en su diálogo con Tyrion, que queda mucho mejor retratado en esta secuencia que en su primera escena del burdel. Si a mí me preguntáis, es esta su auténtica carta de presentación, además de dejarnos una de sus mejores frases, fruto de la prosa de Martin (quien, al ser quien decidió introducir a su personaje predilecto de tan irreverente modo, anula cualquiera de mis intentos por buscar culpables detrás de las cámaras a su introducción).
"Nunca olvides quién eres, el resto del mundo no lo hará. Llévalo como una armadura, y nunca lo usarán para herirte".
Dentro del banquete también hay momentos de cierta importancia argumental, más allá de la confirmación de la promiscuidad del monarca gordinflón, la picardía de Arya, el gran valor que se le dará al vínculo familiar en la trama de los Stark y ese primer plano de Joffrey que, pese a no saber el qué, si sabemos que oculta algo. El ya mencionado diálogo de Sansa con Cersei nos confirma dos factores más: el carácter caprichoso e inocente de la primera (la última de los hermanos Stark en presentarse, reservando introducirla para la segunda mitad del capítulo con una finalidad que abordaremos después) y la naturaleza repulsiva de la segunda, que no necesita empezar a hacerle la vida imposible al resto de personajes para demostrar su nula conciencia ante el desagrado que el mundo le tenga. Que sea el personaje que más tabúes rompa al hablar, preguntándole a una niña sobre la menstruación, no es baladí en un capítulo de introducción para el que (en opinión de muchos) es el verdadero antagonista principal de la serie.
Y la extraordinaria gesticulación facial de Lena Headey para dar vida a tan agónica reina sólo acrecienta este factor.
Respecto al encuentro de la primera generación de los hermanos Stark (el único que tendrá lugar en toda la serie, si exceptuamos flashbacks), nos sirve para poner de manifiesto el título del capítulo, una conocida frase a la que, de momento, sólo han hecho referencia una vez: "se acerca el invierno". Sin necesidad de explicar la profundidad de su significado, algo que Ned hará varios capítulos más adelante, es una premisa que queda íntimamente relacionada con el sadismo del prólogo y las misteriosas criaturas que lo desencadenan. De ahí que, pese a tener una trascendencia casi nula en las primeras cuatro temporadas, los caminantes blancos sean para todo el público (que no para los personajes) el auténtico enemigo a batir en Poniente.
Otro momento que, personalmente, siempre me llamó la atención de toda la secuencia, es el primer enfrentamiento (verbal, de momento) entre Ned Stark y el príncipe encantador Jaime Lannister, el mellizo de la reina Cersei. Fotográficamente tiene reminiscencias con el cine de samuráis de Akira Kurosawa y, por herencia cinematográfica, los westerns de Ford o Sergio Leone, ambos reciclando a mitad de siglo XX un desmesurado empleo del llamado "plano americano" para retratar a los componentes de un duelo... en una composición muy similar a la de este encontronazo, pues se basa en la colocación de la cámara por encima del hombro de uno de los duelistas, el que aparece de espaldas (normalmente, el que no está hablando en ese momento); así se focaliza en la expresión del segundo, que mira en un plano diagonal casi-de-perfil el rostro de su rival, escrutando cada ápice de miedo en su expresión para buscar puntos débiles. Claramente, nos establece un precedente del que todavía hoy es uno de los mejores enfrentamientos de la serie; si bien se hará esperar, parece profetizado por esta primera discusión.
El capítulo guarda una última perla cinemática en la escena donde Catelyn recibe el mensaje de su hermana, que la previene de marchar a la capital por no haber sido muerte natural sino un asesinato, detrás del que se encuentran los Lannister, lo que ha sobrevenido a la Mano del Rey; es, probablemente, la escena de mayor profundidad para el personaje de Ned, que queda como el protagonista de la trama principal (pese a no ser quizá en quien se centre la trama individual del capítulo, más enfocada en Bran y en Jon Nieve). Ned se ve acorralado, como muestra la imagen, por la irrevocable decisión que debe tomar entre dos ideas, caracterizadas como su esposa Catelyn y el sabio maestre Luwin: su deber como esposo, como padre, como señor de Invernalia... y su deber como caballero, como amigo del rey, como cabeza de una de las principales familias nobiliarias de un continente que se empieza a sacudir desde los cimientos al son de una conspiración que, además, ya se ha llevado por delante a una de las figuras principales que intervinieron en su educación. El plano hace un sutil zoom al rostro inescrutable de lord Stark, amparado como tantas caricaturas animadas por su propia conciencia, por el ángel que le susurra el camino del bien y el demonio que le tienta con sus iniquidades... salvo que, esta vez, no sabe quién es quién, si el camino correcto está en una dirección o en la contraria, en su casa o en la capital, y el espectador tampoco lo sabe. Se pone de manifiesto, por primera vez, la ambigüedad no sólo de los personajes de la serie, sino de los motivos que puedan tener para tomar sus decisiones, y las presiones a las que están expuestos en un mundo tan sumido en la desesperanza como lo está Poniente.
La última secuencia nos hace un breve recorrido por todos los personajes principales que han intervenido en el episodio (salvo los de la trama dothraki y, curiosamente, los personajes femeninos de la familia Stark, pues la escena que relata precede a una feroz partida de caza en la que estas no tienen cabida); además de servirnos para recordar algunos nombres y ponerle una cara más nítida a la mayoría de rostros (Tyrion, Robert, Ned, Robb, Benjen, Bran), también nos ofrece una radiografía de por dónde va a tirar la serie, centrándose la cámara en algunos actores que todavía no han tenido demasiados minutos de pantalla pero que sí los tendrán en futuros episodios (como Theon o "el Perro"). Muy adecuada la conversación entre este último y Tyrion sobre las similitudes entre la caza y los vicios que el enano suele frecuentar pues, más allá de lo irónico, no deja de reflejar una sociedad totalmente vanalizada en la que el sexo ha pasado de tabú dogmático a comidilla del patio de vecinos, generando el aplauso fácil y la risa de complicidad ante las mayores aberraciones donde antes había murmullos y gestos de incredulidad.
Pero el clímax del episodio llega, como ocurrirá a menudo en esta serie, con el final del capítulo, en lo que en términos de narrativa recibe la denominación de cliffhanger: un ingenioso giro de guión que deja al espectador al borde del asiento, con la boca abierta de par en par, debatiéndose entre el impacto emocional por lo que acaba de comprender, la confusión e incredulidad de que se hayan atrevido a mostrarlo en pantalla y la furia por tener que esperar una semana (o un par de años, en los casos más extremos) para saber lo que ocurre a continuación. Un "yo soy tu padre", un "Tyler Durden no existe" de la mano, como hemos indicado más arriba, de uno de los principales personajes del capítulo (que no es decir poco); ocurre cuando el pequeño Bran, desoyendo los consejos de su madre en lo que respecta a trepar muros (franquicia equivocada, Parker), se topa con una desconcertante escena de incesto entre los hermanos Lannister que confirma hasta dónde están dispuestos a llegar los personajes de esta serie (tanto como sus guionistas) para alcanzar sus fines.
"Las cosas que hago por amor".
El capítulo termina abruptamente, sin fundido a negro, algo característico de esta serie aunque extrapolable al resto de producciones televisivas de la época. Durante los créditos suena una versión instrumental basada en la percusión y los bajos de la melodía inicial, que acompaña el cierre en la mayoría de los capítulos... aunque habrá ocasiones en que decidan incorporar diferentes temas que sí que transmitirán cierta información de interés.
Llega el momento de compartir con vosotros mi tabla de puntuación, que utilizaré de cara a todas las críticas de esta serie y adaptaré para las reseñas cinematográficas correspondientes. Se basa en criterios personales, aunque no negaré cierta influencia directa recogida en las lecciones que recibiera el pasado semestre en "Historia del Cine" y la bibliografía que en ella recomendaron. Allá va:

PUESTA EN ESCENA = 50% 

Dirección = 15%
Planos y movimientos de cámara = 5%
Fotografía (luz y color) = 5%
Calidad del montaje (raccord) = 5%
Escenografía y estética = 15%
Vestuario = 5%
Escenarios = 5%
Efectos especiales = 5%
Actuaciones = 10%
Banda sonora = 10%

CONSTRUCCIÓN DEL GUIÓN= 40%

Desarrollo de las tramas = 15%
Introducción/evolución de los personajes = 10%
Diálogos = 10%
Coordinación general de la historia = 5%

OPINIÓN PERSONAL = 10%

He intentado ser coherente con lo que se suele esperar de una serie en nuestros días, los factores a los que más importancia le conceden los manuales de cine y los puntos que yo busco con más ahínco en un producto de tanta calidad como este. Espero que surta el efecto deseado y sea una rúbrica pormenorizada que refleje la opinión real que me merece cada episodio, que es lo que pretendo con estos análisis.
Respecto a este primer capítulo, mi veredicto es el siguiente. Pese al bajo presupuesto de determinadas secuencias, la serie inicia con un piloto más que satisfactorio en el que introducen con gran criterio dos tramas principales, los Stark de Invernalia y Daenerys Targaryen, además de asentar las bases de otras dos ramas que también serán de gran relevancia, que son las de Desembarco del Rey y el Muro. La tónica de la serie es planteada de forma sutil pero descarada, siendo el mejor ejemplo de esto último las incontables escenas de sexo que más que aportar narrativamente previenen al espectador de que debe hacerse a la idea de lo que está por venir. Las actuaciones son envidiables, destacando para mí Sean Bean como Ned, Jason Momoa como Drogo, Mark Addy como el rey Robert y Harry Lloyd como el despreciable Viserys Targaryen, si bien los niños Stark ya prometen en sus primeros pasos como intérpretes y se empieza a vislumbrar la figura del inimitable Peter Dinklage en su icónico papel de Tyrion. La banda sonora es acorde a la situación, pero me deja algo frío respecto a futuras producciones... pudieron dejar temas más marcados para los Stark y la khaleesi, que sí que sonarán familiares en unos pocos capítulos, establecidos desde un principio. La fotografía es mejorable, quedando algo simplones los colores empleados en las tramas de Desembarco y de los Targaryen; echo en falta más contraste con la tenebrosa escala de grises que baña el Norte. La única pega remarcable que le saco al capítulo es lo forzado que resulta en ocasiones introducir escenas del piloto antiguo, que no casan igual de bien en todas las secuencias. Por lo demás, estoy bastante de acuerdo con lo que tratan de expresar los directores con esta primera aproximación al mundo de Poniente.

PUESTA EN ESCENA = 42/50

Dirección = 12/15
Planos y movimientos de cámara = 5/5
Fotografía (luz y color) = 4/5
Calidad del montaje (raccord) = 3/5
Escenografía y estética = 13/15
Vestuario = 5/5
Escenarios = 5/5
Efectos especiales = 3/5
Actuaciones = 10/10
Banda sonora = 7/10

CONSTRUCCIÓN DEL GUIÓN = 34/40

Desarrollo de las tramas = 13/15
Introducción/evolución de los personajes = 8/10
Diálogos = 9/10
Coordinación general de la historia = 4/5

OPINIÓN PERSONAL = 8,5/10

NOTA FINAL = 8,45

En conclusión: el primer paso siempre es el más difícil a la hora de sentar un precedente en cualquier producción en serie, ya se trate de dramas televisivos, críticas de cine o videojuegos de Pokémon que rozan la zona del auto-plagio en una época donde los monstruos de bolsillo reciben más atención de los medios que cualquier auténtica obra de arte. Sin lugar a dudas, se acerca el invierno... ¡hasta más leer, miserables!

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