sábado, 18 de abril de 2020

En cuarentena 1x36: Degas, ballet y bañistas

Hoy retomamos las lecciones de historia del arte para ahondar en los detalles de la vida y obra del pintor y escultor Edgar Degas, figura clave del impresionismo francés y uno de los más célebres artistas de su generación. Se tratará también de explicar las aportaciones de Degas al arte de su época, así como al ámbito historiográfico del arte y la estética. También se profundizará en los artistas que en él influenciaron a la hora de realizar su obra pictórica y escultórica en sus diversos periodos. Atendiendo a ellos, estableceremos una serie de paralelismos entre las características pictóricas de la técnica de Degas y la de algunos de sus predecesores o contemporáneos.
BIOGRAFÍA
Nació en París bajo el nombre de Hilaire-Germain-Edgar de Gas, el 19 de julio de 1834, siendo el mayor de cinco hermanos. Su madre, que provenía de una familia criolla de Nueva Orleans, falleció cuando él contaba con trece años, convirtiéndose a partir de entonces su padre y su abuelo, de una reputada familia de banqueros de ascendencia italiana, sus principales influencias a lo largo de su juventud. 
Tras graduarse en el bachillerato francés de literatura e instalar un estudio de arte clandestino en su domicilio, tendría una primera intención de trabajar como copista en el Museo del Louvre. Sin embargo, terminó por estudiar leyes en la Universidad de París por petición expresa de su padre, apenas dedicándole interés a estos estudios. No será hasta abril de 1855 cuando entrará por fin en la Escuela de Bellas Artes, lo que le permitió viajar a Italia y permanecer allí tres años para empaparse del estudio de los clásicos (realizó copias de obras de Miguel Ángel y Tiziano, entre otros) antes de realizar la que sería su primera obra: La familia Bellelli. Casi de forma instantánea, artistas y teóricos del arte se verían fascinados por el talento del joven pintor que reflejaba en escenas del mundo real una actitud ilusionista que pretendía reflejar toda una teoría estética, y en opinión de la gran mayoría lo lograba a la perfección.
Sus imposiciones casi tiránicas de lo abstracto e incisivo en sus obras impresionistas lo distinguió siempre de sus compañeros de movimiento, así como su dibujo limpio y preciso.

Relación con otros artistas
Degas tuvo también cierta vinculación con Adolf von Menzel, a cuya calidad logró aproximarse mucho más que los que se han considerado como los discípulos de este artista, no solo en el dibujo y en la fe que compartían por los efectos gráficos y pictóricos de la pintura, sino también en la concepción que ambos tenían de la figura humana en movimiento, así como en la actitud hacia el naturalismo en términos generales.
En determinados aspectos podemos considerar la afirmación de que la figura de Degas se opuso al impresionismo como verdadera. Su carácter extravagante y exacerbado encontró un prominente modelo en Ingres, a quien conoce en 1855, y cuya concepción sublime y perfecta del cuerpo humano cautivó a Degas desde sus primeros pasos en el camino del artista. A él le consideró siempre su amigo y en gran medida su mentor. Con las enseñanzas de Ingres (discípulo de Jacques Louis David, y por ende uno de los rostros clave en la transición del clasicismo a los primeros esplendores del romanticismo europeo), Degas le dio a la definición que aquel tenía del cuerpo como medio de representación de la perfección y la armonía una nueva dimensión nunca concebida hasta el momento: era el cuerpo real observado con exactitud el que podía ejercer esta responsabilidad que Ingres le concedía a la figura humana, y no el construido conforme a las directrices del movimiento clasicista.
Esta similitud entre artistas queda patente en el Baño turco de Ingres, dado que no es arriesgado afirmar que sirvió en gran medida como inspiración y punto de partida para muchas de las composiciones que Degas dedicó a la exaltación de la figura humana (especialmente de la femenina). Concretamente, dicha actitud puede apreciarse con mayor claridad en sus obras sobre clases de danzas (en la mayoría de los casos de ballet) así como en las múltiples pinturas en las que quiso reflejar la figura de las bañistas.

PRODUCCIÓN ARTÍSTICA
Obra pictórica
Comienza su carrera pictórica al modo tradicional, centrándose en pinturas que lejos de acercarse a Ingres y su pintura de historia le asemejan al simbolismo al basarse en el estudio de cuerpos semi-desnudos, como Las desdichas de la vida de Orleans. Será la relación con los jóvenes del grupo impresionista lo que le acerque a temas más sencillos, ámbito en el que sabrá desenvolverse con soltura. Quizá su afición por la fotografía fue uno de los factores más determinantes a la hora de apreciar el espacio, llegando a afirmar que «un cuadro, es por lo pronto un producto de la imaginación del artista; jamás ha de ser una copia. Si luego puede añadir dos o tres acentos naturales, no es malo. Pero el aire que vemos en los cuadros de grandes maestros no es el aire respirable».
De entre todos los impresionistas, grupo del que rara vez se consideraba parte intrínseca (solía estar en desacuerdo con sus compañeros, muchos de los cuales no lidiaban con su personalidad sarcástica e inconformista), fue Degas siempre el más cercano al público que, habituado a escenarios académicos y representaciones “por el método”, encuentra en su obra un punto de inflexión con la producción artística contemporánea. De hecho, fue su desdén por el progresismo artístico que perseguían algunos de sus compañeros y su insistencia en que se incluyeran en sus exposiciones obras ajenas al impresionismo lo que llevaría en última instancia a la disolución del grupo.

La clase de ballet
Para demostrar al público la reafirmación de esta tesis ya planteada en su momento por Ingres, Degas emplea lo que se puede denominar como un “fragmento de realidad”, una escena tomada del mundo cotidiano como lo es el del ballet, e introduce en él una serie de elementos que remarcan la condición ilusoria de esta idea falsa de la realidad: las poses ingenuas de las bailarinas, la libertad expresiva de sus figuras, a un mismo tiempo exentas de cualquier forma de erotismo…
La primera obra con la que tocó este tema se expuso en el Salón de París en 1868, bajo el título de Mademoiselle Fiocre en el Ballet La Souce, y fue el primero de muchos lienzos en los que tocaría el tema de las bailarinas. En estas escenas representaba a las figuras como auténticas profesionales, bien preparándose para salir a escena o en plena representación teatral.
Sin embargo, la idea de regularidad y armonía de Degas no se limita a la figuración de los cuerpos, dado que enfoca toda la estructura bajo una unidad completa con la luz y el espacio, lo que le aleja aún más de la tradición clasicista y lo acerca a sus coetáneos impresionistas. Este contraste puede apreciarse entre la oscuridad del foso de la orquesta y el brillo fantasmal del escenario en El ballet de “Roberto el diablo” o en Músicos en la orquesta, ambas de 1872.
La Bañista
Un tema ya preludiado por Ingres en varias de sus obras, será fundamental para asimilar la obra de Degas, dado que dedica a ello la que probablemente sea la etapa más fructífera de toda su carrera como pintor.
El tratamiento concedido por Degas a las formas desnudas ha servido a lo largo de la historia para concederle un papel de misógino que menosprecia la figura de la mujer, por considerarla según algunos como un “animal humano”, pese a que por lo que sabemos a través de su correspondencia personal su actitud no fue en ningún momento tan simple como pueden dejar entrever algunas fuentes secundarias. En sus propias palabras: «el desnudo se ha representado siempre en posturas que suponen un público, pero mis mujeres son honestas, gente sencilla, despreocupadas de cualesquiera otros intereses que los envuelvan en su condición física. Es como si las estuvieran mirando por el ojo de una cerradura». Este “ojo de la cerradura” estético puede establecer un claro paralelismo con Ingres y su Baño turco, aludido con claridad en sus pinturas de una mujer en la bañera, agachada para limpiar una palangana (tanto la expuesta en el Museo Hill-Stead de Farmington como la del Museo de Orsay en París, ambas realizadas en 1886; también Mujer inclinada, creado a su vez en 1884).
No se aleja de su tratamiento habitual de las figuras en posiciones alejadas de los cánones habituales, pero con la sutileza de una persona real, dotando a sus semi-desnudos femeninos (que la gran mayoría de las veces aparecen ocultando convenientemente al espectador sus partes pudendas, aunque nunca de modo intencionado, dado que representaba estas figuras como si estuviesen siendo inmortalizadas por una cámara fotográfica oculta, ajenas al público que les está observando) de esa sencillez que podemos apreciar en la serie de pasteles entre los que destacan varios conservados en el Museo Orsay de París. Una mujer aparece secándose el pelo después del baño, con la más absoluta naturalidad, siempre desde perspectivas casi forzadas, algo característico de Degas, que rompe con los estándares clasicistas y procede a esta reestructuración.
Obra escultórica
Mientras que en su pintura destaca respecto a cualquier otro factor e movimiento de las figuras y del espacio, en la escultura podemos remarcar la importancia que le concede a la disciplina de la sucesión de vistas, en la que siempre quiso centrar su obra escultórica. Un total de 74 obras de cera fueron encontradas en su taller tras su muerte, y reproducidas en bronce por Hébrard entre 1919 y 1921. Más o menos la misma cantidad de obras se conserva en fragmentos, haciendo imposible su reproducción. Únicamente realizó una exposición de estas: Bailarina de catorce años de edad en la Exposición Impresionista de 1881. Su realismo fue fuertemente criticado en la época de su exposición; sin embargo, los principales trazos del movimiento se deben en parte a la ceguera parcial del propio Degas a la hora de realizar la escultura.
Pese a que puede afirmarse que, en efecto, esta figura es una trasposición de las bailarinas a las que dedicó parte de su obra pictórica, debe apreciarse también la delicadeza con que traduce la perfección de tal figura a otro ámbito artístico. Lo fundamental de sus piezas escultóricas es su interés por interpretar las formas escultóricas como formas escultóricas en sí, logrando la síntesis que muchos de sus contemporáneos pretendían alcanzar y que, en su mayoría, no lo consiguieron.

CONCLUSIONES
Degas fue sin lugar a dudas una figura clave no sólo para el impresionismo, sino para la historia del arte en general, dada su ruptura con los cánones habituales en el ámbito de la representación de figuras, la perspectiva e incluso la propia concepción del arte. Las críticas, en muchos casos infundadas, hacia su vida y obra sucedidas hasta la actualidad no hacen más que constatar una personalidad transgresora y atrevida en lo referente a un reto tan importante como lo es la evolución estética, que encontró en Degas un importante heraldo del arte contemporáneo que no tuvo reparos en dar un paso hacia delante.

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