Bajo la claridad de la dulce luna,
entrecortado por la risa del infante suena
un manido cascabel. Noche pronta y buena
que, a su hora, tañe una canción de cuna.
Son campanadas de melancolía
puntualmente desafinadas
que anuncian buenas nuevas
desde tiempo anticipadas
para acabar el día.
"¿Quién perturba a tales horas
entre cánticos y danzas
el tan merecido sueño
que con no menos empeño
han logrado sin tardanza
zagalejos y pastoras?"
"Aquí he venido
para enviaros,
vais a asistir
vais a asistir
a una primicia:
el que ha de venir
a liberaros
hoy ha nacido".
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