martes, 17 de marzo de 2020

En cuarentena 1x16: La saga del infinito (3ª parte)

8. Ant-Man (Peyton Reed, 2015)
La primera película de bajo presupuesto de Marvel Studios se presentó al mundo unos meses más tarde de la cruzada contra el programa Ultrón, a modo de oasis entre la segunda entrega de Vengadores y la esperadísima Civil War. Después de reafirmar los roles de Steve como el líder, Stark como la personalidad, Thor como la fuerza bruta, Banner como el cerebro, Natasha como el alma y Ojo de Halcón como el sentido común, se nos presenta a un séptimo integrante del grupo clásico (si lo pensáis, el resto de añadidos tras La era de Ultrón como Falcon, Bruja Escarlata y Visión no reciben un tratamiento especial hasta sus propias series futuras en Disney+... y Máquina de Guerra no cuenta, que es un suplemento de la propia personalidad de Iron Man) con un par de años de retraso que debuta sólo con una cinta de distancia al primer evento que hará temblar las bases del mundo marvelita. El recipiente para ello es una cinta familiar cargada de humor envuelta en una historia de robo al más puro estilo Ocean's Eleven, sin aspirar a más; resulta cuanto menos curioso que con tan poco trasfondo el resultado sea una de las películas más sólidas y divertidas de todo el cine de superhéroes.
De entrada, el personaje de Ant-Man no es el más relevante ni el más simpático en el mundo de los cómics; Hank Pym tiene una personalidad bastante agresiva que suele chocar con el criterio colectivo sobre qué superhéroes deben abanderar la cultura popular. Esta razón, sumada al abanico de posibilidades que ofrece el mostrar al público no un sólo álter-ego del hombre hormiga sino dos, convenció a los guionistas de focalizar la trama en el infinitamente menos interesante ladrón de pacotilla Scott Lang, papel para el que decidieron contratar al buenazo de Paul Rudd. Tal elección, de la mano de contar con Edgar Wright a la cabeza del proyecto, catapultó el guion hacia una brillantez minimalista lo suficientemente colorida para que nos interesemos por el drama familiar de un expresidiario de poca monta y sus vaivenes policiales. Si bien Wright fue apartado de la dirección, su influencia en el guion se mantuvo y es lo que dota a la cinta de una exquisitez completamente ausente de su secuela. Cuenta a mayores con un par de complementos que enriquecen el producto, pasando de entretenido a divertido, con secundarios de lujo como el trío de gañanes de Peña, T.I. y Dastmalchian, tres pedazo de cómicos que engrosan las filas de esta legión de actorazos... que no sólo se permite darle a Michael Douglas un papel que le convenza a estas alturas de su carrera (y nosotros vaya que que nos alegramos), sino proclamar a los cuatro vientos la gran verdad que el mundo necesitaba oír: Paul Rudd es un grandísimo actor. Transmite pasión en una película palomitera que no tendría por qué servir para más que aportar una premisa de tantas dentro del UCM, pero se convierte (con el permiso de Guardianes de la galaxia) en la primera cinta de autor de la Saga del Infinito.
Lo mejor: la secuencia de la primera transformación de Ant-Man recorriendo los diferentes pisos de su bloque de viviendas es un gran homenaje a los primeros pasos del cine con los efectos visuales, y está excepcionalmente bien dirigida (dato friki: una de las primeras pelis en implementar este efecto fue Help!, donde también se encogió a un actor de nombre Paul... McCartney).
¡Cariño, he encogido al tío de Friends!
Lo peor: el enésimo villano olvidable de Marvel no está mal caracterizado del todo, pero la trama de la chaqueta amarilla es una idea estúpida que no tenía manera de calar. ¿Tienes una pistola que derrite al personal en una especie de gelatina amarilla y te centras en vender una mierda de traje?

7. Vengadores: La era de Ultrón (Joss Whedon, 2015)
¡Vamos con la polémica! La película que le sobra a medio mundo, a algunos por el villano, a otros por los minutos sin acción, y hay quien no la considera más que una segunda parte metida con calzador en una franquicia que ya estaba preparando el terreno para que Thanos consiguiese las gemas del infinito. En mi humilde opinión, todo el legado de incomprensión e infravaloración que rodea a esta película desmerece bastante el trabajo que hizo todo su equipo, desde el director hasta el elenco, por dotarle de profundidad a una historia condenada al mainstream tras el triunfo de la primera entrega. Y es que la acción desenfrenada de la batalla de Nueva York deriva en este caso en una lucha más compleja, casi a nivel interna: los vengadores amenazan con desmoronarse no por el choque de sus dispares personalidades (como en la forzada discusión sobre las armas en el helitransporte de SHIELD, en la anterior entrega), sino por el conflicto individual de cada uno, plasmado en las diferentes visiones que Wanda Maximoff va introduciendo en sus mentes a lo largo de la película: para Tony todo orbita en torno a la responsabilidad de salvar a la humanidad volcándose en el equipo y en reunir los recursos que él considera necesarios, cebo perfecto para disparar el argumento; después contemplamos la angustia nietzscheana del Capitán América y su eterno retorno al tiempo que le fue arrebatado, el momento al que pertenecía y la vida que realmente se merece; el atormentado Thor, incapaz de reconocer que no ha nacido para reinar al descubrir de momento sólo su rol como destructor, poco menos que el propio Hulk; la Viuda Negra huyendo de un pasado que le fue impuesto y al que no puede renunciar; Ojo de Halcón, que si bien no aparece en ninguna visión como tal, se nos redescubre como un hombre de familia y el más humano de los superhombres, sin el cual el grupo se desmorona como toda hybris sin su fronesis; y luego está Hulk, que para no variar sigue siendo el personaje que no se atreven a desarrollar (creo que puede influir que sus derechos sigan siendo de Universal Pictures, tendría sentido).
Toda la secuencia de la granja, odiada sin motivo, es una sutil oda a los seis protagonistas.
Además, el film cuenta con la que posiblemente sea la banda sonora más épica de lo que vamos de UCM, introduciendo una segunda melodía compuesta por el ostinato de un violín que complementa al ya clásico tema de los vengadores de Alan Silvestri en un híbrido ideado y compuesto por Danny Elfman, todo ello retomando los leitmotiv de Iron Man, Thor y el Capi para forjar (¡por fin!) un universo cinematográfico-musical coherente que «incorpora nostalgia por adelantado para poder sentirnos identificados», en palabras de Brian Tyler. Hay que reconocer que, si bien la Fase 2 cuenta con varios puntos débiles, la música no es uno de ellos. Y eso es de agradecer.
Lo mejor: dejo para el final lo que a mi juicio corona la película como la más dramática de su momento, y es el villano. Desde el estreno de la película ha sido criticado por el fandom más ortodoxo del mundo del cómic por hacer excesivos chascarrillos en comparación a su homónimo, y esto tiene una explicación muy sencilla: su personalidad es un calco de la de su creador que, a diferencia de los cómics donde lo crea Hank Pym (el Ant-Man original), es el sarcástico Tony Stark. Aparte de ese factor, nunca he entendido el hate emitido hacia Ultrón, siendo uno de los antagonistas más shakespearianos después de Loki. Y es que desde su nacimiento (al que asistimos) ejecuta una evolución parabólica de una personalidad infantil atormentada por el mero hecho de existir a un adolescente impulsivo que rechaza cualquier relación con su creador (cuando Klaw la insinúa, Ultrón reacciona cortándole el brazo), hasta convertirse en el maquiavélico sociópata que trata de arrebatar la existencia al planeta arrojando una ciudad desde el aire. Sí que me da un poco de pena que no explotasen más las posibilidades que ofrecía en un mundo tecnológico como el de Marvel este villano que, a fin de cuentas, es un virus informático, pero quiero que pensar que es una carta que guardan bajo la manga para el momento propicio.
Sin hilos yo me sé mover...
Lo peor: lo que menos me funciona de toda la película es, precisamente, la conexión que intentan hacer con la trama de las gemas del infinito a través de la escenita de Thor en la cueva... eso y la relación más forzada del UCM, a la que ni ellos mismos han vuelto a hacer alusión.
Por algo será.
6. Doctor Strange (Scott Derrickson, 2016)
Hay poco que argumentar respecto a la posición de esta película: tiene al mejor héroe de la franquicia, interpretado por el mejor actor, con uno de los mejores guiones y la historia de fondo más interesante que habrán presentado hasta la fecha. La personalidad de Strange puede sonar a tópica, sí, su desmesurado ego y arrogancia parecen una versión mejorada del primer Tony Stark; pero ese es uno de los puntos fuertes de la cinta, se plantea mejorar una fórmula que ya funcionaba perfectamente en los orígenes del estudio de cine, y por una vez lo consigue. Se trata de un film cargado de simbologías de lo más profundas: los numerosos relojes del doctor, que pierde tras el fatídico accidente hasta quedarse con solamente uno, roto momentos antes de que la Anciana lo acoja bajo su tutela... el tiempo es el punto clave de la película, es la cualidad que bautiza a la gema del infinito que en ella se presenta (la última antes de Infinity War) y que sirve de motor de la trama y al mismo tiempo de conclusión.
Ofrece una interesante reflexión sobre la fugacidad del tiempo, la responsabilidad inherente a todo don (una nueva parábola de los talentos), la línea que separa legalidad de moralidad (el personaje de Mordo, como Javert en Los miserables, considera ambos términos como uno solo) y la humildad necesaria para afrontar un mundo que predica el poder de la fe... todo ello enmarcado en un contexto de artes místicas y multiversales que le dota de una estética exquisita. Sin demasiado esfuerzo se ha convertido en una de mis películas de acción favoritas, dentro y fuera del UCM.
Lo mejor: Benedict Cumberbatch.
Lo peor: Tilda Swinton.
ABRE TUS OJOS.
5. Capitán América: El soldado de invierno (Joe Russo & Anthony Russo, 2014)
Tras el estrepitoso desplome que supusieron Iron Man 3 y Thor: El mundo oscuro, el UCM parecía condenado al cajón desastre de las adaptaciones marvelitas, le habían reservado plaza entre la saga X-Men de Fox y el pestiño de Los 4 fantásticos. En ese preciso instante una potente luz deslumbró a las masas desde el final del túnel, e impulsó a la Saga del Infinito al lugar que le correspondía entre las grandes cintas de acción del siglo XXI; esa luz fue Capitán América: El soldado de invierno, y el foco que la contenía no lo sujetaba un solo director, sino los hermanos Joe y Anthony Russo. Esta apasionante cinta de espías sorprendió a la audiencia con un enrevesado argumento a la altura de los grandes thrillers conspiranoicos del momento. El Capi, desorientado tras su confinamiento en el hielo durante décadas, entra de lleno en un bucle de angustia existencial al ver cómo se desmorona el mundo a su alrededor: sus ideales, encarnados en un SHIELD corrompido por la organización que él mismo había jurado destruir; su historia, plasmada en la escena del museo donde es incapaz de fijar la mirada en los paneles que relatan sus periplos por Alemania de la mano de sus viejos camaradas; sus afectos, al toparse con una Peggy anciana que apenas sí le reconoce y descubrir que su mejor amigo sobrevivió a lo que él creía su muerte y lleva años siendo utilizado como arma por organizaciones poco recomendables... el único consuelo que encuentra en esta espiral de sinsentido es el de la amistad, gracias a una Viuda Negra mucho menos solitaria del carácter al que nos tiene acostumbrados y al nuevo fichaje de Falcon, de la mano de quienes intentará sacar a Bucky de las garras de su álter ego: el soldado de Invierno. La película es un acierto detrás de otro: humanizar a Rogers y explotar sus habilidades al máximo en una misma escena, como la pelea contra Batroc en el barco donde se priva de utilizar el escudo sin tener necesidad; emplear a Nick Furia para algo más que un cameo, si bien su muerte es tratada con tan poca credibilidad que está cantado desde el principio que había sobrevivido; el estupendo villano de Robert Redford, espléndido hasta la médula e imprevisible hasta cierto punto, como los auténticos adversarios políticos; el giro de guion más radical del UCM, SHIELD infectado por HYDRA, "dos caras de una misma moneda que ya no está en circulación"; el ritmo de la película, solapando acción con drama y un par de escenas para respirar que le dan la consistencia necesaria para que el espectador no deje de prestarle atención; un cierre satisfactorio para ciertas tramas y unas cuantas más que quedan en abierto con las post-créditos (buena introducción de los gemelos Maximoff, aunque habría preferido que les llamasen mutantes). Poco más que añadir, más allá de que el cameo de Stan Lee es de los mejores al tener gracia por sí mismo, no únicamente porque sea él quien aparece en pantalla.
Lo mejor: Bucky Barnes como antagonista del film pero en momentos puntuales, apareciendo en los puntos clave del guion como un fantasma amenazante que inspira verdadero temor en el resto de personajes, un gran acierto romper con la fórmula del malo-maloso al dejar a un villano gris como lo fuera Loki en la primera de Thor y, posteriormente, lo serán Yondu y Nébula. Y Sebastian Stan está que se sale, por una vez.
Lo peor: hay momentos puntuales en que Viuda Negra me carga un poquito, ¿de verdad una superespía soviética va en el coche con las piernas cruzadas sobre el salpicadero?

No hay comentarios:

Publicar un comentario