jueves, 19 de marzo de 2020

En cuarentena 1x18: Iconografía del invierno

Antes de entrar en faena os dejo por aquí el enlace al directo de ayer, estuve un buen rato tocando  al acordeón las canciones que me proponían amigos, familiares y algún que otro suscriptor anónimo para tratar de amenizar la delicada situación en que nos encontramos con algo de música. Si todo sigue así, puede que lo repita un día de estos con la melódica o la guitarra, a ver qué sale.
«In the bleak mid-winter
frosty wind made moan;
Earth stood hard as iron,
water like a stone;
Snow had fallen, snow on snow,
snow on snow,
in the bleak mid-winter
long ago.»
Desde que se manifestaran los primeros signos de raciocinio en el ser humano más primigenio, la preocupación por darle una explicación a los fenómenos que nos rodean nos ha acompañado y empapado nuestro modo de vida hasta la más inmediata actualidad. No es de extrañar que una de las principales, sino la que más, fuentes de inspiración para representaciones, historias, mitos y hasta cultos de toda clase hayan sido los fenómenos meteorológicos.
De cara a no redundar en aspectos más conceptuales, sobre los que se ha escrito hasta la saciedad, el siguiente trabajo tratará de abordar desde una perspectiva cronológica lineal el tratamiento que las diferentes culturas han dado a lo largo a la historia a uno de los periodos anuales más referenciado en la mitología popular: el invierno. Estableciendo en primer lugar una diferenciación entre las divergentes concepciones de este fenómeno en la historia del arte, se revisará la trayectoria del invierno poniendo especial énfasis en las modificaciones que han experimentado sus variadas representaciones, culminando con una reflexión sobre la percepción de dicho fenómeno en la cultura popular de nuestros días y las diferentes situaciones con las que se le suele asociar.

CONCEPTOS CLAVE
  • Estación invernal
Desde las primeras civilizaciones, la temporada del año que más inquietud ha provocado en el hombre es, sin ninguna duda, la que pone fin a nuestro calendario anual actual (a este lado del mundo, al menos).
Si bien es arriesgado asegurar que lo que les preocupaba a nuestros antepasados no era únicamente proveerse de los recursos necesarios durante el resto del año para hacer frente al frío, el hambre y las duras condiciones climatológicas que acompañan al invierno, siempre ha existido cierto respeto popular hacia la llegada de esta estación de cara al establecimiento de ciertos cultos cuyas fiestas principales (o algunas de las más importantes) suelen coincidir, no por casualidad, en estas fechas.
Sin embargo, hay una diferencia entre el culto al invierno en su sentido más literal, es decir, a la temporada fría que inicia en el actual mes de diciembre y finaliza con la llegada de la primavera (tema que trataría la mitología griega, romana, china, galesa… entre otras muchas), y el conjunto de representaciones derivadas del momento más concreto que da comienzo a dicha etapa, que se desarrolla a continuación.
  • Solsticio de invierno 
Una de las primeras culturas en desarrollar cierto culto en torno al solsticio de invierno, por sus implicaciones a nivel astronómico y meteorológico, fue la de los persas. El nacimiento de la deidad que el imperio romano tomaría y rebautizaría como el Sol invicto siempre se ubicó en el este momento del año.
Del mismo modo, se establece a la diosa Mitra como la deidad principal por nacer a este mundo el actual 25 de diciembre, tema que heredaría posteriormente el cristianismo al identificar dicho evento con la natividad de Jesucristo, el Mesías anunciado por los profetas del judaísmo, pese a que en ninguno de los cánones bíblicos se especifique que naciera en dicho momento ni en ninguno cercano.
Salvando episodios muy aislados, la idea que tenemos del invierno actualmente no está demasiado vinculada con la percepción que se ha tenido de su solsticio a lo largo del tiempo (como podría ser con el signo del zodiaco correspondiente a dicho momento, el capricornio, de una iconografía muy distante a la aquí analizada), o al menos no tanto como con los cultos de él derivados.
  • Personificaciones del invierno
Si bien debemos adelantar varios siglos para encontrarnos con la condensación de las características asociadas al invierno en una representación figurativa singular, en el arte antiguo ya encontramos ciertos antecedentes de las principales deidades y personajes míticos derivados de las leyendas populares que aluden a esta temporada del año. Roma, Castilla, Rusia, Escandinavia, Estados Unidos… toda cultura ha contribuido al enriquecimiento de las representaciones artísticas (no sólo plásticas, sino literarias, musicales o cinematográficas) sobre el invierno y sus derivados.

EVOLUCIÓN ICONOGRÁFICA
  • Arte antiguo
Pasando por encima de los cultos al solsticio ya mencionados, cuyas representaciones artísticas apenas persistentes poca luz pueden arrojar sobre el análisis, nos encontramos con un primer atisbo de la concepción invernal de las civilizaciones antiguas en la cultura clásica.
La mitología griega establece cómo Perséfone, hija de la diosa de la cosecha Deméter (una de las doce deidades olímpicas), es raptada por Hades y arrastrada con este al inframundo para ser su esposa a la fuerza, y tras una serie de desventuras la nueva reina del inframundo es obligada a permanecer allí durante la mitad de cada año, siendo durante esta temporada cuando Deméter descuida las cosechas (por el dolor de no tener a su hija amada o la búsqueda desesperada de un modo con que hacerla volver, según la versión) y llega el invierno. La mayoría de las representaciones plásticas conservadas de esta leyenda, sin embargo, son de épocas posteriores (renacimiento y neoclasicismo, fundamentalmente), debido a la pérdida de gran parte de dicho patrimonio.
Además de este mito, se solía vincular la figura del invierno con uno de los anemoi o vientos griegos, concretamente con Coro (Corus en la mitología romana), dios del viento del noroeste cuyo carácter frío le llevaba a ser relacionado con la llegada de la estación de la nieve y el hielo.
En términos muy generales, con mayor razón desde la hegemonía del cristianismo en occidente, el invierno y sus características principales eran asimilados como un acercamiento a Dios; no sólo por la llegada de la Natividad, festividad que tardaría en vincularse con el solsticio de invierno, sino por la iconografía de un elemento inherente a la propia estación: la nieve, interpretado desde los albores como signo de benevolencia divina y purificación (en parte por bañar la cima de las montañas que en tantos episodios mitológicos, del judeocristianismo mismamente, fue el lugar predilecto para las teofanías).
  • Arte medieval
Curiosamente, es en el Panteón de los Reyes de la colegiata leonesa de San Isidoro donde encontramos condensadas las dos principales cualidades que el mundo medieval asociaba con la estación invernal, una para cada uno de los meses más gélidos del año:
El banquete (diciembre): delante de una mesa bien surtida, un personaje se prepara para iniciar la comida frente al fuego. Esta temática es especialmente interesante por ser el primer lugar en el que aparece representada como tal, asociándose de aquí en adelante con la estación invernal.
El frío (febrero): un hombre encorvado ataviado con una túnica con capucha calienta manos y pies en las llamas del fuego por ser todavía una época temprana para acudir a las labores del campo. Curiosamente, ya Hesíodo en sus Trabajos y días hacía referencia a la temporada del frío como si de un anciano cubierto con capucha y larga barba se tratase, tal y como aparece en el calendario agrícola de San Isidoro, unas características que se han mantenido asociadas de forma prácticamente imperturbable a la idea del invierno. La figura del anciano, sobra añadir, siempre ha estado íntimamente relacionada con la experiencia y sabiduría de la edad, hasta el punto de ser la personificación predilecta por muchos programas iconográficos para representar a Dios (el “anciano de días”).
Tomando en cuenta esta última aportación, nos interesa trasladarnos brevemente a la zona eslava oriental para asistir a la aparición del mito de Ded Moroz, el “abuelo helado”, un personaje precristiano que retoma el aspecto de anciano con larga barba blanca y, paseando entre los bosques con su larga vara mágica, ocasiona grandes heladas al dar con ella golpes en el suelo.
Es fundamental para la iconografía del invierno no solo por vincular el arte medieval occidental con una cultura tan lejana en el espacio, sino por ser el antecedente directo de una de las figuras mitológicas actuales más influyentes en todo el mundo, de la que hablaremos en breve.
Podríamos mencionar otras muchas tradiciones que, a lo largo de los siglos, han cultivado en su corpus mitológico una figura que guarde relación con el invierno, aunque no todas ellas han tenido un impacto tan crucial en la cultura popular de occidente tal y como la conocemos hoy en día como las ya citadas. Por mencionar una última, en el folclore nórdico tenemos la figura de Jack Frost (traducido de forma atroz en la película animada del estudio Dreamworks «Rise of the guardians» [Peter Ramsey, 2012] como “Jack Escarcha” ), el encargado de crear las condiciones necesarias para que llegue el invierno, coloreando el follaje en otoño y dejando tras de sí un rastro de nieve y heladas.
En adaptaciones más recientes de este personaje se ha combinado con figuras contemporáneas más características del periodo de Navidad, haciendo de Jack el heraldo invernal que anticipa la llegada de los auténticos protagonistas de la estación cuan Juan Bautista.
  • Arte moderno y contemporáneo
Las corrientes renacentistas apaciguaron en cierto modo las tradiciones regionales más características de cada pueblo europeo en pos de una revalorización de los cánones clásicos, por lo que las figuras antes mencionadas experimentaron de aquí a, inclusive, el neoclasicismo cierto periodo de hibernación, hasta la llegada de las vanguardias que retomarían la visión más tradicional del solsticio invernal desde una estética más popular.
Las representaciones más propias de esta época son, fundamentalmente, alegorías de la estación invernal que siguen los cánones de las diferentes corrientes en que se vienen realizando: barroco (Alegoría del invierno, 1683: pintura de Jerzy Siemiginowski-Eleuter que retoma la asociación del invierno con las deidades representativas de los vientos fríos, en este caso con Eolo; Alegoría del invierno, 1783: escultura en mármol de Jean Antoine Houdon, remite en este caso al mencionado personaje ataviado con una túnica para protegerse del frío en el Panteón de San Isidoro), neoclasicismo (La nevada o El invierno, 1786, en la que Goya redunda por enésima vez en la idea del invierno como la llegada de las dificultades, para las que hemos de proveernos durante el resto del año, como ejemplifican los trazos de carbón junto a los jóvenes que se cubren con la manta en el campo nevado; Alegoría del invierno, 1819, de José de Madrazo y Agudo).
La Nevada o El invierno (Francisco de Goya, 1786)
Es también en esta época cuando comienza paulatinamente a transformarse, por medio de la costumbre holandesa del Sinterklass, la figura del histórico obispo san Nicolás de Bari en el actual Santa Claus. Siendo las composiciones de algunos escritores como Washington Irving o Clement Clarke Moore se fue forjando el mito contemporáneo del hombre gordo que regala juguetes a los niños en la víspera de Navidad subido a un trineo tirado por ocho renos, posteriormente adquiriendo su vestimenta basándose en obispos coetáneos por medio del dibujante alemán Thomas Nast. Este mito de Santa Claus se mezclaría con el europeo de Papá Noel (este de origen francés, que vestía de blanco con vivos dorados), y a partir de un anuncio estadounidense se añadió la creencia de que procedía del Polo Norte (según otras versiones, de Laponia). La renombrada aportación de la empresa Coca-Cola no dejó de ser una simple popularización de ciertas cualidades que ya estaban asociadas previamente con esta personificación de la Navidad, y no fueron una invención de la marca de refrescos, como menciona la creencia popular.

VISIÓN ACTUAL DEL CONCEPTO
La popularización del personaje de Papá Noel ha sido fundamental para la concepción cultural que hoy se tiene de la Navidad, que no deja de ser la fiesta principal de la estación invernal, y la vinculación de ambas ideas una asociación de términos básica en la cultura popular. La sustitución de, por ejemplo, la tradición europea de los Reyes Magos por este bonachón de color rojo ha sido una consecuencia directa de la hegemonía de productos derivados de los medios de masas estadounidenses en la cultura popular de todo occidente. Hoy en día, la idea desacralizada del “espíritu de la Navidad” es la imperante en las siete artes, despojada completamente de toda tradición religiosa que pudiera deducirse de su propio nombre: este espíritu presenta los valores del amor al prójimo, la importancia de la familia y el calor del hogar.
Todos los medios de la cultura popular, centrándonos en primer lugar en los dirigidos a un público más infantil, poseen su propia personificación actual del invierno y el frío: el cine y la televisión (la mencionada adaptación de Jack Frost al cine de animación, por desafortunada que sea su traducción, o el personaje de Elsa en Frozen como una reinterpretación de La reina de las nieves de Andersen que pone a la original villana como la heroína incomprendida de la historia, la malvada transformada en superheroína) e incluso los videojuegos (en la saga de Pokémon encontramos toda una mitología en torno a las criaturas de tipo hielo, y uno de los entrenadores principales de los especializados en dicha clase, Fredo, es casi un homenaje a Jack Frost).
CONCLUSIONES
En una suerte de “eterno retorno”, los medios de masas para adultos, por paradójico que parezca al lado del anterior punto, llevan tiempo forjando la idea de un invierno íntimamente vinculado con la muerte (al más puro estilo del Apocalipsis cristiano). Por mencionar únicamente dos ejemplos: 
En el drama de la BBC Peaky Blinders se alude al villancico popular «In the meak blidwinter» (En pleno sombrío invierno) en un sentido totalmente invertido al original, como un presagio de muerte, por estar esta serie ambientada en el Birmingham inmediatamente posterior a la Primera Guerra Mundial, donde dicha composición logro gran popularidad.
Una de las frases más recurrentes del recientemente finado Game of Thrones es el lema de la protagonista casa Stark: «Winter is coming» (Se acerca el invierno). Desde los inicios del drama de la HBO, Ned Stark inspira a sus vástagos con esta invitación a protegerse entre ellos de cara a la llegada del invierno, que en la serie está personificado por el fatídico Rey de la Noche, que no deja de ser una reinterpretación de la figura de la Muerte en sus múltiples manifestaciones iconográficas.
Esta dualidad presente en la cultura popular ha marcado los productos de masas desde el inicio de la globalización hasta nuestros días. Alrededor del público adulto se sigue manteniendo, por lo tanto, la idea medieval del invierno vinculado al frío. Como decía Hesíodo: «no siempre será verano, haceos vuestras cabañas». 

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